La naturaleza siempre ha sido una fuente de inspiración para el ser humano. La observación de sus propiedades, movimiento y leyes, han propiciado notorias innovaciones tecnológicas que han marcado el desarrollo de la historia de la humanidad. La máquina de vapor propulsó la Revolución Industrial. Implantó un nuevo paradigma en cuanto a formas de producción que derivaron en la explotación desenfrenada de los recursos naturales. Dicha explotación, directamente relacionada con la desmesure en nuestra forma de consumo, no favorecia, y aún no favorece, la cultura de la preservación ambiental.
No obstante, a finales del S.XX, en el mundo se manifestó una vuelta hacia la naturaleza. Así, nace el biodiseño. Más allá de imitar colores o formas la naturaleza, esta corriente pretende replicar sus procesos orgánicos para ser sustentable y eficiente posible. Tiene el objetivo de aumentar la utilidad de los objetos, mejorar su funcionalidad, reducir el coste, conservar más recursos y eliminar desechos. Reconoce el tremendo poder y la utilidad de los organismos y su interacción natural con el ecosistema. Pretende integrar a la biologia con el diseño para lograr un mejor funcionamiento ecológico.
Por ejemplo, el pez caja, capaz de desplazarse hasta seis veces la distancia de su cuerpo en un segundo gracias a su forma, ha inspirado modelos de coche. O el manejo de microorganismoa ya está facilitando la producción natural de objetos cotidianos, como tinta o utensilios de cocina.
El biodisefio va de la mano de un cambio en la mentalidad de consumo. Lo habitual es pensar que los objetos son desechables. Esta corriente crea objetos bellos, para ser cuidados, reutilizados y conservados. Este nuevo enfoque realmente reunifica la naturaleza y la actividad humana beneficiando a ambos. Así, aunque implique procesos más elaborados, el biodiseño es un camino para evitar la actual crisis climática. De este modo, la biologia se convierte en una herramienta para lograr la mutua supervivencia del ser humano y de la naturaleza.