“Cuando alguien no aprende a detenerse para percibir y valorar lo bello, no es extraño que todo se convierta para él en objeto de uso y abuso inescrupuloso. Si se quiere conseguir cambios profundos, hay que tener presente que los paradigmas de pensamiento realmente influyen en los comportamientos.”
– Laudato Si
Mayo es el mes de las madres, mes de la Madre Tierra. Muchas cosas se dicen y se venden en relación con esta fiesta, pero pocas veces nos detenemos a considerar el mundo en el que vivimos como nuestra casa común. Así nos invita a reflexionar el Papa Francisco en su EncíclicaLaudato Si (Alabado seas), cuando afirma que la tierra, nuestra casa común, “es como una hermana con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos” (n. 1). Con frecuencia olvidamos, sin embargo, que “nosotros mismos somos tierra. Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura” (n. 2). Por eso, aprovechamos esta ocasión para considerar con seriedad la llamada del Papa Francisco a cuidar nuestra casa común, conscientes de que necesitamos una urgente conversión ecológica, que integre las dimensiones sociales y humanas de la ecología.
Quizás sea ésta la principal aportación de Laudato Si, que hoy queremos resaltar. Para Francisco, en efecto, la crisis ecológica que estamos enfrentando es parte de una más amplia, que toca todas las áreas de la vida humana y exige un tratamiento integral:
“¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo? Esta pregunta no afecta sólo al ambiente de manera aislada, porque no se puede plantear la cuestión de modo fragmentario. Cuando nos interrogamos por el mundo que queremos dejar, entendemos sobre todo su orientación general, su sentido, sus valores. Si no está latiendo esta pregunta de fondo, no creo que nuestras preocupaciones ecológicas puedan lograr efectos importantes.” (n. 160)
Esto quiere decir que la degradación de la naturaleza es inseparable de la cultura que modela la convivencia humana. Por eso, el Papa nos invita a mirar los modelos económicos y políticos que hemos construido, para descubrir que requieren de una urgente redefinición del progreso. No hemos buscado la sostenibilidad del desarrollo, sino un crecimiento insaciable del capital a nivel global, creando una sociedad cada vez más desigual y materialista, e ignorando las facetas éticas, ecológicas y sociales que implican el desarrollo sostenible. Francisco lamenta que nuestra cultura económica no perciba otros significados en el medio ambiente, sino solamente aquéllos que sirven a los fines de un uso consumista e inmediato, pues, de esta forma, “se pone poco empeño en salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ecología humana” (n. 5).
¿Adónde nos está llevando la actual idolatría del consumo en la que se basa nuestro sistema económico y político? La respuesta del Papa es determinante e invita a una seria reflexión: el consumismo conduce a una degradación de la dignidad humana, pues limita sustancialmente el desarrollo cultural, ético, espiritual, social y estético de la persona. Además, el ideal de un crecimiento económico indefinido es, sin duda, la causa fundamental de la transgresión con que el hombre está estirando los límites de la naturaleza. Por eso, no podremos superar la profunda crisis socioambiental en la que estamos inmersos, confiando únicamente en los posibles avances de la tecnología. El cambio debe darse en nuestros estilos de vida, en los distintos modelos de producción y de consumo, y las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad:
“La política no debe someterse a la economía, y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana.” (n. 189)
Todo lo anterior deja claro que Laudato Si es un gran llamado a redescubrir la profunda verdad de que todos tenemos un origen común, una pertenencia mutua y un futuro compartido. Nada de este mundo nos deja indiferentes. Y esta conciencia básica permitirá el desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida. El desafío de proteger nuestra casa común no es una realidad inasequible, pues “la humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común” (n. 13).
Todas las citas fueron obtenidas de la Encíclica Laudato Si, consultada en: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html.